Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal.
Las lágrimas fluyeron.
El servicio fúnebre de este joven provocó llantos que hacían eco por todo el salón. Cuando un joven muere inesperadamente, la conmoción crea un dolor indescriptible.
Mi hijo Joe y él, crecieron juntos y eran amigos bien cercanos. Mi Joe había estado en la gloria del cielo desde el 2002, y ahora su amigo del alma se había unido a él para compartir el paraíso inimaginable.
Ambos jugaban al fútbol, ambos hacían travesuras, ambos tenían una pasión contagiosa por la vida. Y ambos garantizaron su vida eterna al invitar a Cristo a ser su salvador.
A pesar de que nosotros sabíamos que ambos estaban en el cielo con un gozo desbordante, sus familias aún en la tierra, se preguntaban qué hacer con la tragedia que les había llegado.
Y eso es comprensible. Todas las crisis desajustan nuestros sentidos. Todo sufrimiento inesperado cambia el curso de la vida. Pero todas las crisis no tienen que ser tragedias.
Cinco ideas que evitan que las crisis se conviertan en tragedias:
- El triunfo llega cuando elegimos ser vencedores en lugar de víctimas.
- La culpa da poder al dolor.
- El resentimiento repite el dolor de la herida.
- La falta de perdón es la cadena que nos mantiene atados.
- El perdón es la elección que nos libera.
Adopté estas ideas en el 2002, cuando mi hijo menor fue asesinado. El acto no tuvo sentido. La angustia fue profunda. El cambio fue insoportable. Pero la libertad era real.
La libertad que nos llenó esa primera Navidad después de perder a nuestro hijo llegó en una caja de regalo llamada perdón.
Mi esposo y yo tomamos esa decisión
Lo que nos impulsó fue un deseo sincero de obedecer a Dios. Mateo 18: 23-35 nos habló personalmente:
"Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le debía miles y miles de monedas de oro. Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo lo que tenía, para así saldar la deuda.
El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo —le rogó—, y se lo pagaré todo”. El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad.
Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, le exigió. Su compañero se postró delante de él. “Ten paciencia conmigo —le rogó—, y te lo pagaré”.
Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” Y, enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía.
»Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano»".
Mi oración para ti es que estos versículos te hablen de la forma en que nos habló a nosotros.
El contenido de este Devocional ha sido compartido a través de una asociación con Janet Perez Eckles.
Ora esta semana:
Padre, necesito sabiduría para seguir perdonando. Para seguir recordando que Tú me perdonaste primero. Seguir recibiendo tu gracia para perdonar lo imperdonable. Ayúdame. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.