Hablando con Dios

La oración es hablar con Dios de manera reverente y amorosa.

Series: Devocionales

Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos.

Santiago 5:16

¿Alguna vez has usado el acróstico CASA para orar? Cada letra representa un aspecto de la oración. No es el único o modelo "correcto", pero nos puede ayudar a recordar algunos de los puntos básicos que debemos cubrir cuando nos acercamos en oración a nuestro Padre Celestial:

C = Confesión (de nuestros pecados)
A = Adoración (alabanza)
S = Súplica (peticiones)
A = Agradecimiento (dar gracias a Dios)

Confesión de Pecados

“Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios.” (Romanos 3:23) “Son sus pecados los que los han separado de Dios". (Isaias 59:2) pero, ¡queremos estar cerca de Él! Si confesamos nuestros pecados al Señor, “él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados” (1 Juan 1:9). El aferrarnos a nuestros pecados levanta una barrera entre Dios y nosotros. Confesar y arrepentirnos de nuestros pecados destruye esa barrera.

Adoración y Alabanza

¡Nuestro Dios y Creador es maravilloso y merece toda nuestra alabanza! Es por eso que es bueno alabar a Dios cuando oramos. También nos da la perspectiva correcta: La grandeza y el poder de Dios comparado con nuestra pequeñez. Jesús comienza el Padre Nuestro reconociendo el amor paternal de Dios, Su bondad y Su autoridad sobre toda la tierra: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. (Mateo 6:9-10)

Súplica y Peticiones

Jesús nos enseñó que podemos pedir por nuestras necesidades, y ser persistentes en pedir: “sigan pidiendo y recibirán lo que piden; sigan buscando y encontrarán; sigan llamando, y la puerta se les abrirá”. (Lucas 11:9) Podemos estar confiados en que “Él nos oye cada vez que le pedimos algo conforme a Su voluntad”. (1 Juan 5:14)

Agradecimiento y Gratitud

¿Cómo te ha bendecido Dios? ¿Cómo has demostrado Su amor hacia ti? Por supuesto, estamos agradecidos por Sus bendiciones, pero inclusive podemos estar agradecidos por los problemas y tiempos difíciles porque Dios puede usarlos para acercarnos a Él. La Biblia nos dice que “sean agradecidos en toda circunstancia, pues ésta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús”. (1 Tesalonicenses 5:18)

Los Evangelios nos relatan cómo Jesús iba al Padre en oración, una y otra vez, día tras día. Nosotros debemos seguir Su ejemplo y “orar sin cesar”. (1 Tesalonicenses 5:17)

Ayudemos a Otros a Orar

En la Biblia, Dios nos habla claramente sobre el poder de la oración del justo. ¿No es maravilloso que el Creador del universo desea que nosotros nos acerquemos a Él en oración? Aún más, ¡Dios se mueve poderosamente cuando Sus hijos oran conforme a Su Palabra!

Veamos algunos aspectos que tu puedes usar para enseñarle a un nuevo cristiano sobre la oración.

Enseñándole a Alguien a Orar

La oración juega un papel vital en la relación de una persona con Dios. La oración debe convertirse en un hábito de su vida. Anima a tu discípulo a pasar quince minutos diarios a solas con Dios. Recuérdale que puede usar la Biblia como base para sus oraciones.

El Padre Nuestro (Mateo 6:8-15) es un excelente modelo para enseñar sobre la oración. Al principio, tu puedes orar con aquellos a quien estés discipulando, ayuando, etc., esta oración, lentamente, enfatizando un corazón sincero que se conecta con Dios. Después, usando este modelo, puedes expandir y personalizar el tiempo de oración.

Alients a la(s) persona(s) a iniciar un diario de oración. Ellos pueden anotar sus oraciones y llevar un registro de las oraciones que Dios ha contestado.

También, anímale a tener un tiempo durante la oración para “estar quieto” delante de Dios – solamente estando con Él y escuchándole. (Salmo 46:10)

Ora esta semana:

Señor, te pido que me uses para enseñar a otros a orar cómo Tú oras. Permíteles ver la maravilla de la oración y de la relación íntima que deseas con nosotros. En el nombre de Jesús, Amén.


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