…olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús.
Una vez escuché a alguien referirse a una resolución de Año Nuevo como a “una lista de tareas pendientes para la primera semana de enero". Una sensación de alivio se apoderó de mí cuando leí esto y me di cuenta de que no soy el único al que le resulta difícil cumplir con las resoluciones.
¿Por qué son tan difíciles de cumplir las resoluciones? Nadie toma resoluciones para hacer más mal, para ser más holgazán o menos responsable. Todos queremos ser mejores versiones de nosotros mismos, pero hay muchos de nosotros a los que nos resulta muy difícil cambiar.
A ver, las resoluciones para el nuevo año son como leyes o promesas para nosotros mismos, y como leyes, están hechas para contener el mal. (1 Timoteo 1:8-9) Aunque la ley nos da un mayor conocimiento del pecado, no nos da la capacidad de hacernos sin pecado: “… Pues nadie llegará jamás a ser justo ante Dios por hacer lo que la ley manda. La ley sencillamente nos muestra lo pecadores que somos”. (Romanos 3:20)
De la misma manera, ver que se necesita un cambio es un regalo del Señor, pero identificarlo es solo el primer paso hacia el cambio. ¿Cómo podemos dar el siguiente paso de identificarlo a actuar?
¿Dónde está el "nuevo" yo?
Si las reglas solo pueden aclarar, pero no eliminar el pecado, ¿cómo podemos lograr una superación personal duradera? Esta es como la pregunta que hizo el apóstol Pablo cuando admitió: "... pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco". (Romanos 7:15), y "Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo... ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte?” (Romanos 7: 18,24)
Pablo les dijo a los Gálatas que su deseo de ser mejores cristianos al seguir la ley judía era “tonto” (Gálatas 3:1-3). En cambio, la ley estaba destinada a ser un "guardián" para conducirnos a Cristo, para que pudiéramos ser justificados solo por la fe (Gálatas 3:24). Su regalo de salvación incluye al Espíritu Santo y, por Él, podemos resistir nuestra carne pecaminosa (Gálatas 5:16).
Una relación correcta de acuerdo a las reglas y resoluciones.
Una gran parte de seguir a Jesús es permitir que Su Palabra dé forma a mi entendimiento. Como Pablo, me entristece saber que no puedo hacer lo que es correcto dentro de mí. Pero también me hace sentir más agradecido por lo que Jesús hizo por mí. Sé que Él no quiere que yo “persista en el pecado para que la gracia abunde” (Romanos 6:1) sino que “…sean santos en todo lo que hagan” (1 Pedro 1:15). Por esta razón, es bueno no estar satisfecho conmigo mismo, sino adoptar la disciplina, especialmente las disciplinas espirituales como la oración, la lectura de la Biblia, el ayuno y el ofrendar.
Cuando entiendo que algo en mí debe cambiar, puedo pedirle ayuda a Dios. Reconozco que solo Su Espíritu Santo puede darme la capacidad para cambiar, así que no tengo excusa para el orgullo o para engrandecerme si logro una meta. Creo que esta fue la actitud de Pablo cuando escribió en otro libro: "Disciplino mi cuerpo como lo hace un atleta". (1 Corintios 9:27) Un año nuevo es un buen momento para pedirle a Dios que te ayude con esto. ¡Que el 2022 sea una hermosa experiencia de Su poder para hacer de ti un nuevo “tú”!
Ora esta semana:
Jesús, eres santo y yo quiero ser santo. ¡Por favor, permite que este año sea un gran tiempo de crecimiento en mi relación contigo!