Tus Lágrimas y la Gracia de Dios
Tú tendrás muchas razones por las cuales derramarás lágrimas a lo largo de tu vida.
Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: «¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos. Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más».
¿Cuál fue el primer sonido que emitiste cuando viniste al mundo? ¿Cuál será el último? Lo más probable es que lo primero que hiciste al nacer fue llorar. Tenemos muchas razones por las cuales derramar lágrimas a lo largo de nuestras vidas. Y son pocas las muertes por las cuales no lloramos.
Las Primeras Lágrimas
Si alguna vez has estado cerca de un bebé, sabes que ellos lloran. ¡MUCHO! Por alguna razón, Dios decidió hacer de eso nuestra única forma de comunicación cuando somos pequeños. Entonces, aunque la Biblia nos dice: "Los hijos son un regalo del Señor; son una recompensa de su parte" (Salmo 127:3), es difícil para los padres primerizos recordar eso; especialmente con todo el alboroto.
Cuando somos bebés, lloramos por hambre, por aburrimiento o incomodidad ... y esto nos prepara para el resto de nuestras vidas. Esa es una de las razones por las que es tan importante aprender temprano a recurrir a Dios cuando estamos enojados o necesitamos algo. La Biblia le enseña a los padres a que dirijan sus "... hijos por el camino correcto, y cuando sean mayores, no lo abandonarán" (Proverbios 22:6). Nuestros padres o guardianes son la primera forma por la cual nosotros "vemos a Dios". Les tenemos que pedir lo que necesitamos a través del llanto. Más tarde en la vida, aprendemos a "clamar" a Dios.
Cuando Niños
El apóstol Pablo le dijo a sus amigos corintios, "Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razonaba como un niño; pero cuando crecí, dejé atrás las cosas de niño" (1 Corintios 13:11). ¿Cómo razonan los niños? Nada bien. Esta es la edad en la que comenzamos a tener sentido de nosotros mismos y de lo "mío". Esta es la edad en que los seres humanos, egoístamente, comienzan a pelear y discutir entre ellos por posesiones o insultos percibidos, tanto verbal como físicamente.
¿Qué podemos hacer? Una vez más, tenemos que depender de nuestros padres o guardianes para que nos enseñen, para que no cedamos a comportamientos que conducen a las lágrimas. La Biblia nos aconseja a vivir "... como hijos obedientes de Dios" (1 Pedro 1:14a).
Luego de Algunos Años
Ser adolescente es difícil, aún cuando has crecido siendo enseñado a buscar apoyo en el Señor. Durante esos años, es muy difícil recordar el mandato en el libro de Proverbios que dice, "Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento" (Proverbios 3:5).
En nuestra adolescencia, cuando no vivimos dependiendo de Dios y vamos por nuestros propios medios, lloramos por una relación romántica, por la escuela, por situaciones familiares, problemas con amigos, etc. Pero, si más de nosotros, aprendiéramos a obedecer y respetar a Dios y a la familia durante la adolescencia, tal vez tendríamos menos razones para llorar. Verdaderamente, cuando seguimos la voluntad del Señor nos metemos en menos problemas.
Al Final
¿Y qué ganamos después de todas esas décadas de trabajos y luchas? ¿Puede, algo en la tierra, secar nuestras lágrimas? En estos últimos años de nuestras vidas, nuestros cuerpos, e incluso nuestros cerebros, pueden haberse deteriorado de tal manera que el dolor puede causar muchas lágrimas para nosotros y nuestros seres queridos. En Job 12:20 éste señala que "Él hace callar al consejero de confianza y quita la percepción a los ancianos" porque la verdadera sabiduría es solo de Dios.
Y en ÉL es en Quien debemos confiar para tratar de secar nuestras lágrimas cuando el fin de la vida terrenal esté cerca. Dios nos recuerda: "...Los he protegido desde que nacieron; así es, los he cuidado desde antes de nacer. Yo seré su Dios durante toda su vida; hasta que tengan canas por la edad. Yo los hice y cuidaré de ustedes; yo los sostendré y los salvaré" (Isaías 46:3-4).
A medida que envejecemos, podemos mirar hacia atrás para ver el fruto de nuestras vidas: ¿estuvimos siguiendo a Dios o rebelándonos contra Él? ¿Dejaremos la tierra mejor de lo que estaba debido a lo que Dios nos ha permitido hacer aquí ... o dejamos a más gente llorando? En la hora de nuestra muerte, ¿con qué sonido dejaremos este mundo?
¿Dios sabe cómo nos sentimos?
Uno de los versículos más cortos y famosos de la Biblia dice "Jesús lloró" (Juan 11:35). Él estaba llorando de ira y dolor por la muerte de su amigo Lázaro. Más tarde, Jesús llora sobre la Ciudad Santa, diciendo: "»¡Oh, Jerusalén, Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los mensajeros de Dios! Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina protege a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me dejaste" (Lucas 13:34). Esto nos da la imagen de Jesús con lágrimas por un amigo y por el pueblo.
Cuando nuestro Salvador murió en la cruz, el apóstol Mateo escribió que Él "clamó en voz fuerte… Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mateo 27:46). Así como dejamos el mundo con lágrimas, a menudo lágrimas por un ser querido, Jesús también le lloró (clamó) a Su Padre. Fue profetizado que Él sería un "hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo" (Isaías 53:3). Por lo que sí, ¡Dios sabe lo que se siente llorar las lágrimas de este mundo!
¿Existe alguna Esperanza?
La Biblia nos dice que "cuando nuestros cuerpos mortales hayan sido transformados en cuerpos que nunca morirán, se cumplirá la siguiente Escritura: «La muerte es devorada en victoria" (1 Corintios 15:54). En otras palabras, cuando nos unamos al Señor en el Cielo, ¡nunca más tendremos que preocuparnos por ninguna de las cosas que nos han causado lágrimas en esta vida!
Por lo tanto, confiar en Dios, creer en Sus promesas para nosotros, es nuestra única esperanza. La muerte mundana, la tristeza, el llanto y el dolor no pueden terminar hasta que sea la voluntad de Dios. Por lo que, desde el momento en que respiramos por primera vez y lanzamos nuestro primer llanto, hasta el momento en que exhalamos nuestro último aliento y los demás lloramos por nuestro fallecimiento, ¡debemos creer en las promesas de Dios de guía y salvación!
"Puede fallarme la salud y debilitarse mi espíritu, pero Dios sigue siendo la fuerza de mi corazón; él es mío para siempre" (Salmo 73:26).
Ora esta semana:
Gracias Dios mío por amarme tanto y usar mis lágrimas para enseñarme más acerca de Tu gracia.